Poco se sabe de Tomasito Herrera, espíritu que el Niño Fidencio invocó varias veces, imagen de un infante muerto que circula en estampitas y veladoras, ánima en pena que ayuda a místicos y curanderos.
Tomasito Herrera
le dijo a su madre:
“Allá por la sierra
me mató mi padre,
ve por mi cadáver
y entiérralo bien,
porque si no, mi alma
se va a aparecer”.
No se sabe si alguien las deja ahí o si simplemente aparecen, pero cada día son más las personas que en la banca de una estación de autobuses, en un baño público, en un cajero automático, se encuentran alguna de las estampitas de Tomasito Herrera, espíritu del más allá.
De un lado se ve en blanco y negro el retrato del niño fantasma, tan borroso que no se sabe si es fotografía o pintura, si lo que tiene en la mano izquierda es una pelota o una bola de luz.
Del otro lado está escrita la Invocación al espíritu de Tomasito Herrera:
“Oh, Dios Todopoderoso, permite al espíritu puro de Tomasito que se aparezca y sea mi protector, y que me aparte de peligros, fracasos, pesares, dificultades, conflictos, enfermedades y pleitos. Oh, Tomasito, ven y retira toda clase de maldades de mi mente y pensamiento, y protégeme de mis enemigos y fracasos. Al hacer mi petición, Dios de bondad, tengo en mi mano la Reliquia consagrada del niño Tomasito Herrera, la cual desde hoy portaré con toda Fe y Amor”.
Si uno lee en voz alta esa invocación, acaso el espíritu se aparezca y le llene de riquezas, le entregue aquello que siempre ha deseado o le dé el secreto para vivir muchos años. Tal vez se lo lleve al purgatorio jalándolo de las patas o le rompa los tímpanos con su llanto sepulcral. Tal vez no pase absolutamente nada. Varias veces, desde que me encontré la estampita por casualidad o destino, he tenido la tentación de leer esa invocación en voz alta.
Pero hasta ahora no me he atrevido.
(Libro CUENTOS DE HORROR EN LA HISTORIA, Editorial Huachichil, 2013)