De origen guaraní, el culto a San La Muerte se ha extendido por gran parte de América del Sur, de Paraguay al noreste de Argentina (Corrientes, Misiones, Chaco, Formosa) y al sur de Brasil (Paraná, Santa Catarina, Río Grande del Sur). Desde los años 60 el culto se ha extendido a ciertas zonas de la provincia argentina de Santa Fe y, especialmente, al Gran Buenos Aires.
Las similitudes que hay entre este culto y el que se le rinde a la Santa Muerte en Centroamérica, así como las existentes entre el Gauchito Gil, de Corrientes, Argentina; y Jesús Malverde, de Sinaloa, México; hacen pensar que el sueño de Bolívar, aquel de unir a Latinoamérica en una sola nación, es desde hace mucho tiempo una realidad en lo mítico y en lo espiritual.
Voy al más allá,
joven San la Muerte,
quiero morir ya
sólo para verte.
Aquellos que son sietemesinos, que al nacer causaron la muerte de su madre, que tienen alguna deformidad o que nacieron en luna llena, pueden llegar a ser brujos, capaces de hablar con los muertos, de domar al lobo, al rayo y a la lluvia; de curar o causar enfermedades; pero antes, para lograr ese poder, hay que pasar algunas pruebas.
La primera prueba es la de internarse en un bosque sin decirle a nadie adónde se va, encontrar un río, ponerse en cuclillas junto a él y permanecer siete días sin comer, beber, moverse ni hablar.
La última prueba es la de viajar al inframundo y regresar.
Se cuenta la historia de un joven que, teniendo tres de las marcas sagradas, decidió hacerse brujo. Al despedirse de su prometida, esta le suplicó, creyendo que la abandonaba, y el joven confesó que sólo iba al bosque a pasar la primera prueba.
Pasaron los siete días de la prueba, luego otros siete, el joven no regresaba y la novia salió en su búsqueda.
Al llegar al río, se encontró con lo que quedaba de su novio. Había aguantado el hambre y la sed, soportado sin moverse ni hablar las visitas de los espíritus seductores y de los demonios aterrorizadores, pero falló la prueba desde el principio, al contarle a ella sus planes, así que los demonios le sorbieron la vida, las hormigas devoraron su carne, la lluvia lavó sus huesos y la novia halló sólo un blanco esqueleto en cuclillas.
Después de llorarle, la joven tomó una falange del esqueleto y lo guardó en su bolso.
Al regresar a su pueblo, se encontró con su madre enferma, al borde de la muerte, y la joven, apretando el hueso con sus dos manos, le rogó al novio muerto para que desde el más allá le ayudase. Inmediatamente, la madre se curó. Desde entonces se sabe que los huesos humanos tienen el poder de sanar a los enfermos, y los artesanos hacen tallas en madera que representan a San la Muerte como un esqueleto en cuclillas. Para que la escultura tenga algún poder, debe tener incrustado un verdadero hueso humano o hacerse con la madera de un árbol tocado por el rayo.
(Libro CUENTOS DE HORROR EN LA HISTORIA, Editorial Huachichil, 2013)