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Channel: EL BLOG DE LA MUERTE
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GAUCHITO GIL (SANTOS PAGANOS I)

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El santoral es vano intento por democratizar la dictadura del monoteísmo. De California a Tierra del Fuego, en las carreteras y calles del continente abundan las capillas y altares dedicados a santos paganos, no aceptados por la iglesia de Roma. 
El culto al Gauchito Antonio Gil nació en Corrientes, Argentina, y se ha extendido por todo el país.  Tiene más de una semejanza con Jesús Malverde, el bandolero generoso de Sinaloa, México. 
Esta leyenda forma parte del libro CUENTOS DE HORROR EN LA HISTORIA, que saldrá publicado este mes.
GAUCHITO GIL
En esa cruz del camino,
mojón de vida y de muerte,
degollaron al Gauchito,
custodio fiel de tu suerte.

A orillas de la carretera están esparcidas las capillitas rojas dedicadas al Gauchito Gil. Parecen las gotas de sangre que derramó el gigante Ñandeyará al pelear con Cristo.
Se dice que Antonio Gil podía curar con las manos e hipnotizar con la mirada. Participó en la guerra de la Triple Alianza, que dio la cosecha de ochocientos mil cadáveres -entre ellos, más de la mitad de la población paraguaya-, y acabó cuando los brasileños cruzaron la frontera de Paraguay, entraron a la casa del presidente y lo asesinaron.
Cuando de nuevo llamaron al Gauchito para otra guerra, esta vez entre colorados y celestes, se le apareció en sueños Ñandeyará, aquel que había creado a los seres humanos, y le dijo que ya estaba bueno de matar hermanos, así que el Gauchito huyó para el monte, donde sobrevivió haciéndola de cuatrero hasta que lo pescaron y mandaron maniatado a Goya para ser juzgado por deserción y robo.
Era sabido que los prisioneros que tenían ese destino jamás llegaban a Goya. Para no hacer el camino completo, los soldados aplicaban a los presos la ley fuga: los incitaban a huir y les acribillaban por la espalda.
Un 8 de enero, un sargento, tres soldados y un preso amarrado, al llegar al cruce de las picadas, al norte de Mercedes, se detuvieron dizque a comer.
-No me matés, porque la orden de perdón viene en camino -Dijo el Gauchito al sargento.
-De esta no te salvás.
-No, si yo sé que lo mismo me vas a degollar. Pero te digo más: Cuando llegues esta noche a Mercedes, junto con la orden de mi perdón te van a dar la noticia de que tu hijo se está muriendo de mala enfermedad, y como vos vas a derramar sangre de un inocente, invócame para que yo interceda ante Dios Nuestro Señor, porque sabido es que la sangre del inocente sirve para hacer milagros...
Los militares se burlaron y lo amarraron a un algarrobo. Le dispararon varias veces, pero ninguna de las balas entró a su cuerpo porque el Gauchito llevaba un amuleto de San la Muerte, que sirve para alejar las balas, así que el sargento ordenó que lo colgaran boca abajo y, sin nunca verle los ojos para no quedar hipnotizado, lo degolló como a las vacas y cerdos.
Al regresar en la noche a su pueblo, el sargento se encontró con dos noticias: la primera, que veinte personas notables de Mercedes habían firmado una petición de perdón para el Gauchito, famoso por su bondad y sus poderes, y el perdón había sido concedido por el coronel Salazar.
La segunda, que el menor de sus hijos estaba muy grave, con fiebre altísima, y el médico lo había desahuciado. Entonces el sargento se arrodilló y le pidió al ánima del Gauchito que intercediera ante Dios para salvar la vida de su hijo. Al llegar la madrugada el milagro se había hecho y el niño se había salvado. Entonces el sargento construyó con sus propias manos una cruz con ramas de espinillo o ñandubay, la cargó sobre sus hombros y caminando la llevó hasta el lugar donde había asesinado a Antonio Gil. Colocó la cruz, pidió perdón y agradeció. Aún está en ese lugar el santuario dedicado al Gauchito, rodeado de un ejército de banderas rojas.
Rojas son también las veladoras que se le prenden y las cintas que atan en las ramas de árboles a orillas de los caminos, así como los pequeños altares dedicados a su memoria, que abundan en las carreteras como cruces de muertos en accidentes. Se dice que, al pasar cerca de alguno de esos altares, los automovilistas deben tocar su claxon para llegar a buen destino.
También se dice que, lo mismo al mediodía, cuando las casas se derriten bajo el sol correntino, que en la madrugada, cuando el reflejo de la luna cae al lago chapoteando como la cabeza de un decapitado, se puede ver al ánima del Gauchito Gil con su vincha, pañuelo y cinto rojos, caminando junto a su compadre San la Muerte, que esconde su descarnada huesa bajo un poncho de pelo de llama. Se ve que discuten larga y tendidamente de algo, pero desaparecen de repente, antes de que alguien pueda oír de qué.

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